Cómo el dolor configura nuestra mente
¿Es cierto que la mente se puede configurar? ¿que podemos hacer cualquier modificación en ella?
Quiero que pienses en alguna situación negativa. Por ejemplo, alguna vez en la que te has quemado cocinando o tuvieses algún susto en la cocina usando aceite (es muy posible que todos tengamos una experiencia similar de este tipo si cocinamos). Esa experiencia la recuerdas, ¿verdad? Recuerdas que, por ejemplo, tienes que tener cuidado con el aceite por si salta. Que si echas algo con agua en aceite caliente es posible que te acabes quemando.
Este tener “cuidado” es una programación de la mente a modo de supervivencia. Si no hubiésemos aprendido la lección, día tras día, echaríamos cualquier cosa al aceite, sin importar su temperatura y, día tras día, acabaríamos con quemaduras. Después de aprender esta lección es difícil no tener cuidado, ya que sabemos lo que nos puede esperar si no lo hacemos de la forma correcta. Es como una “fuerza” que nos dice el camino correcto. Y esta fuerza es tu subconsciente, que se ha configurado para sobrevivir.
La mente se configura en base a dolor y al placer, pero suele hacer más caso al primero que al segundo. Si por ejemplo tienes dos opciones: ganar 10.000 € o no perder 2.000 €, tendemos a escoger la segunda en vez de la primera.
En base a nuestras experiencias, se va creando nuestro mapa mental. Este mapa se trata de una representación de nuestra realidad. Dependiendo de lo que hemos vivido y el cómo lo hemos interpretado, creamos un mapa mental que se adapte a modo de supervivencia. Éste se compone de capacidades, conductas, creencias o valores que nos sirven de guía para sobrevivir. Pero, ¿qué sucede cuando no necesitamos sobrevivir sino desarrollarnos personalmente?
Cada vez que vivimos una experiencia negativa, ésta configura una parte de nuestro mapa en el que nos dice “no hagas esto”, “no hagas lo otro”, “cuidado”, “ten precaución”, “si haces eso, vas a salir lastimado”, “debes hacerlo porque si no luego va a ser peor”… son configuraciones necesarias en su origen para sobrevivir, el problema viene cuando no nos ayudan para progresar y para crecer. Es en estos momentos cuando debemos tomar conciencia de nuestro propio mapa y ver qué limitaciones tenemos, para trabajar con ellas y empezar a modificarlas.
Como dijimos en el mito de la zona de confort, si queremos cambiar debemos ver una utilidad en el cambio. Un beneficio que nos solucione un dolor actual o futuro. Si no, no actuaríamos. Para poder hacer esto, tenemos dos pasos:
- Buscar una motivación en base a dolor en la que, si no actuamos ahora, en un futuro vamos a estar peor.
- Trabajar con las experiencias negativas del pasado, para quitarles ese peso, y así no tener una mochila que nos impida progresar.
Sea cual sea el caso, la estrategia consiste en sumar o quitar dolor, no añadir placer. El ser humano es sencillo y todos “los grandes placeres de la vida” se basan en el dolor de no poder ser mejor, de no destacar, de no ser más que el resto… Por eso decimos que cuando se trabajan las experiencias negativas, se va eliminando poco a poco el ego y, por lo tanto, empezamos a vivir de una forma más sencilla, mucho más completa y rica.