El poder que tienen las etiquetas
Piensa. ¿Cuántas etiquetas pones diariamente a las cosas? ¿Cuántos calificativos usas?
Por hábitos sociales solemos diferenciar, clasificar y etiquetar todo aquello que nos rodea. Muchas veces es útil, pero otras muchas es antiproductivo. Por eso, párate a pensar cuántas usas: guapo, feo, listo, tonto, útil, inútil, poderoso, mediocre, capaz, incapaz, saludable, enfermizo, rico, pobre…
Cuando empleamos etiquetas, la mente se amolda a lo que vamos diciendo si se las cree. Esto se aplica tanto al que lo dice como al que lo recibe. Si continuamente le dices a tu hijo, pareja, amigo o compañero que es el mejor, que puede hacerlo, que es listo o que es capaz de todo, si se encuentra en algún obstáculo acabará superándolo. No solo porque pueda tener la habilidad de poder hacerlo, sino porque hay un estímulo externo que le dice continuamente enfoques positivos de lo que es capaz. De igual forma sucede a la inversa. Si le decimos a alguien con mucha habilidad que no puede hacerlo, que no tiene todos los conocimientos, que mejor abandone porque va a fracasar, en función de su mente podrá creerlo y, por lo tanto, actuando acorde.
No sé si alguna vez has oído hablar del efecto placebo, en donde las personas se toman pastillas creyendo que contienen medicamento cuando no es así. Estas personas se sugestionan, creyendo que sí tienen medicamento y empiezan a actuar como si lo estuviesen tomando. Lo mismo sucede con las etiquetas cuando las decimos o cuando las recibimos. Dependiendo de nuestro grado de sugestión, actuaremos más o menos acorde a ellas.
¿Por qué es importante saber manejarlas?
Visualiza que un día vas al médico, tras unas duras pruebas médicas y te dice: tienes cáncer. ¿Cómo empezarías a actuar ahora que te han puesto esa etiqueta? ¿Cómo vive una persona que tiene cáncer?¿Qué hace?¿Qué no hace?
Cuando nos asignamos la etiqueta, sea cual sea, empezamos a actuar como pensamos que lo debe hacer una persona con esa etiqueta. Dependiendo del concepto que tengamos, actuaremos de una forma u otra. Es por esto que, ante un mismo hecho, hay distintos enfoques. Es por esto que una persona que le diagnostican cáncer puede seguir su camino con normalidad, con un enfoque positivo y reforzando los hábitos saludables. Porque su enfoque ante esta etiqueta puede ser: la vida me ha dado otra oportunidad al saber qué tengo, ahora toca cuidarme más. Porque para ella, esa etiqueta, puede significar eso. En cambio, puede ser que a otra persona tras el diagnóstico lo vea todo negro, sin solución y sin salida. Porque su enfoque ante esta etiqueta puede ser: ya no tengo nada más que hacer.
Va a ser el valor que demos a la etiqueta lo que va a marcar el grado de sugestión y, en función de eso, actuaremos de una determinada forma. Obviamente en este caso, no podemos mirar al lado contrario de la enfermedad y quitarle importancia. Lo que sí podemos es cambiar el enfoque, el valor que tiene la etiqueta, para redefinirla en aquello que queremos. Porque ese va a ser el uso que le vamos a dar y ese va a ser la sugestión que tiene nuestra mente. Y, en función de esto, conseguiremos unos u otros resultados.
Lo mismo sucede cuando nos dicen (o nos decimos): no sirves, eres un inútil, no eres capaz, no eres listo, no eres inteligente, no puedes conseguir tus sueños… la etiqueta del NO automáticamente te bloquea y, si la interiorizas, actúas acorde a ella. Puede ser que seas el mejor en un campo, que como te hagan creer que no lo eres, empezarás a dejar de tener buenos resultados.
Por todo esto, es muy importante que cuidemos lo que decimos a las personas y a uno mismo. Como también es muy importante decir afirmaciones que sugestionen nuestra mente a bien, para poder progresar y para que nada nos pare.
Y tú, ¿qué le dices a tu mente?